Así de potente es el título del artículo de la filósofa italiana Gloria Origgi.
Las implicaciones de este hecho en toda actividad humana relacionada con la comunicación se pueden resumir así:
Se acabó el “que hablen de ti aunque sea mal”.
Oscar Wilde, autor de la frase, volvería a acabar en la cárcel hoy en día, pero esta vez, por ingenuo.
Si prestas atención puedes ver mucho ejemplos de este cambio de era:
- Abercrombie y Fitch ofrecieron a los concursantes de Jersey Shore “pagos sustanciosos” por dejar de usar sus marcas. ¿Qué empresa hubiera considerado perjudicial para sus intereses que sus productos se exhiban en horario de máxima audiencia hace solo 10 años?
- Los cables filtrados por Wikileaks sobre la “diplomacia” saudí revelan grosso modo lo siguiente: Arabia Saudí desembolsó cantidades astronómicas para evitar que se hable de Arabia Saudí. No para censurar la información negativa, ni para colocar noticias positivas sobre su régimen en los medios internacionales. Una estrategia que no hubiera tenido éxito en la era de la información.
- Los adolescentes huyen de Facebook a Instagram y Snapchat porque les permiten, el primero con fotos fijas y el segundo con contenido efímero, mantener el control de su reputación.
- La trama Púnica vendía a políticos del PP una red de medios digitales cuyo único objetivo era generar ruido que ocultara noticias negativas.
- La NSA espió la vida sexual de activistas en Internet de para dañar su reputación.
La capacidad de gestionar una crisis de reputación online es aún más valiosa que la capacidad de viralizar contenidos.
Mira a tu alrededor, en tu entorno cotidiano, y descubrirás más ejemplos de que ya no vivimos en la era de la información. La supervivencia de tu organización dependerá de ello.