Los que como nosotros trabajéis o simplemente estéis interesados, en los temas relacionados con la cultura de las organizaciones, también estaréis atentos estos días a este tema derivado del único tema que lo ocupa todo: país tras país, la crisis de coronavirus está forzando desde hace mes y medio el mayor experimento de teletrabajo que hayamos visto. De hecho es muy probable que estés participando en este experimento. Y mucha gente lo hace por primera vez.
Quienes escribimos esto llevamos años trabajando desde casa (y desde donde haga falta) y vamos a intentar explicar de la forma más sintética posible por qué creemos que este experimento está condenado al fracaso y, sobre todo, cuales son los ingredientes de este desastre.
Como alternativa proponemos lo evidente: no nos evaluemos por cómo estamos gestionando el teletrabajo sino por como estamos gestionando una crisis. El teletrabajo servirá para capear esta crisis no para evitarla. Controla tus expectativas sobre el teletrabajo.
Por otro lado, no busques una receta mágica ni una herramienta maestra. La clave del teletrabajo- al igual que la clave del trabajo- son las prácticas y no las herramientas. Aquí os dejamos algunas de las más básicas. Lo difícil es identificar nuestras necesidades. Una vez hecho esto es muy fácil encontrar la herramienta adecuada.
Esto no va sobre productividad. Va sobre salud pública.
No sabemos cuál será el impacto, la duración, la eficacia o la profundidad de las medidas que se van a tomar para frenar el Coronavirus. No somos expertos en eso. Somos expertos en cultura organizativa, pero ni siquiera para nosotros este experimento es la prioridad. Puede parecer obvio pero no lo es: la salud es lo primero. Las causas de esta excepcionalidad en los entornos organizativos no es o no debería ser salvar la economía, mantener la productividad o ni siquiera salvar nuestra organización por mucho que nos duela. Estamos tomando estas molestas y costosas medidas para proteger a los demás y sobre todo a los más vulnerables.
El experimento global del teletrabajo será un fracaso y deberá serlo porque el objetivo es parar, cerrar, ralentizar y reducir nuestra actividad a lo esencial para salvar vidas. No mantener el ritmo gracias al teletrabajo. Quien lo intente está condenado al fracaso ética y estratégicamente.
Esto no va sobre lo que hagas tú, sino sobre lo que haga el resto.
Tu salud durante una epidemia no depende solo de tu comportamiento, sino del comportamiento del resto. Tu productividad durante el teletrabajo también.
Las realidades humanas funcionan en red. Da igual que tú o tu organización estéis acostumbrados a teletrabajar y podáis seguir como si nada estuviera pasando. Está pasando algo. Da igual que yo tenga la costumbre de trabajar intensivamente en agosto y en Navidades. Lo hago cada año teniendo en cuenta que el resto de mi red está parada en agosto y en Navidades. De lo contrario mi trabajo será estéril. Se puede aprovechar agosto para muchas cosas, incluso para avanzar con algunas más de lo que lo haría normalmente, pero no se puede hacer como si no fuera agosto.
Si quieres hacer reír a los dioses, cuéntales tus planes.
China es el mayor exportador del mundo. Las inminentes interrupciones de las cadenas de suministro probablemente causarán perturbaciones en todas las organizaciones en las próximas semanas.
Pero hay algo más. El año nuevo chino y el ciclo de celebraciones que le suceden son una especie de agosto en el calendario chino. Este año ese mes de agosto está ya durando el doble pero al menos previamente se habían preparado para parar un mes. Otro de los efectos es que deberán posponer la planificación de su año. Este segundo agosto agosto nos pilla a nosotros en pleno marzo. No será consecutivo como lo ha sido en China. Respecto a los planes que habíamos hecho para todo el año en septiembre o en enero… acaban de quedar en papel mojado. El coronavirus es ya el cisne negro del 2020 y quien sabe si acabará siendo el cine negro de la última década.
No existe una herramientas mágica que lo solucionara todo.
Existe un lugar común en muchas organizaciones que las lleva a buscar esa herramienta mágica que permite que la información fluya internamente de una manera óptima y comunicar al exterior los resultados del trabajo de la organización. Esa herramienta no existe (y si existe su curva de aprendizaje sería infinita). La solución real es mucho menos mágica. Frente al fetichismo de las herramientas reivindicamos la cultura organizativa que toma cuerpo en protocolos, netiquetas, FAQs… como clave del éxito.
Cualquier experimento que confíe su éxito a las bondades de una nueva herramienta está condenado al fracaso en una situación normal. En una situación como esta, está condenado al desastre. Sugerimos a las organizaciones que gestionen esta situación con las herramientas que ya tienen y conocen. Conviene minimizar la introducción de novedades y posponer la adopción de nuevas herramientas.
El teletrabajo no existe. Son los padres.
Lo que planteamos es que el marco del teletrabajo es mucho peor que un marco erróneo. Es solo una palabra mágica que emplearemos para intentar que todo siga igual. Si algo hemos aprendido los últimos 20 años y de lo que algunas empresas empiezan a darse cuenta ahora es que no existe división entre Internet y el mundo real. Internet no es un espacio de excepción. Trabajar durante esta crisis no exigirá una mudanza a otro medio. Exigirá seguir profundizando en las prácticas nativo-digitales que consciente o inconscientemente, voluntaria o forzosamente llevamos aplicando dos décadas. Esta crisis pondrá a prueba nuestra cultura organizativa, pero la prueba no será sobre hasta qué punto podemos mantener la productividad teletrabajando sino sobre hasta qué punto somos capaces de identificar nuestros procesos críticos, discernir nuestras prioridades y capear esta crisis.
Sigamos trabajando en red. Los cambios organizativos se producirán solos.